Desde hace cerca de 13 años (29 de Mayo de 1998) comparto piso con una inquilina algo especial de nombre Luna… Reconozco que la convivencia no es fácil, y muchas veces tenemos pequeñas disputas por el lado del sofá, la manta favorita o el lado de la cama… eso sin contar las “peleas” que tenemos cuando ella quiere estar en alguna habitación de la casa en la yo no quiero que esté… aunque con el tiempo nos hemos ido compenetrando, hemos ido cediendo y ahora, salvo casos puntuales, va todo como una balsa de aceite… Tiene su rincón preferido, como todo el mundo, salvo que el de ella suele coincidir con la ropa limpia cuando la cojo del tendedero, el respaldo del sofá o su cama junto al radiador o la ventana dependiendo de la estación del año… Imagino que a estas alturas de la película ya habréis imaginado los que me conocéis a quien me refiero… Sí hablo de mi gata, una gata común y corriente que se ha acostumbrado a vivir con alguien que no sólo es poco amiga de los animales, sino que hasta le daba un poco de miedo, que ha tenido que comprender que su dueña no era muy amiga de grandes caricias, ni le gustaba que se subiera en su regazo, que nunca comprenderá que realmente quien manda en casa y marca las pautas de su vida cotidiana es un felino y no al revés… pero que después de trece años hemos llegado a formar un tándem casi perfecto… Para quienes no la conozcan aquí dejo una foto Luna.
Quizás os gusten los gatos, tengáis alguno en casa o estés pensando en compraos uno… En cualquiera de los casos lo cierto es que ésto que os dejo ahora os gustará… o al menos, eso espero.
Amenazo con volver...
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